Hacía muchos días que no veía amanecer, tantos, que me ha sorprendido a la
hora que la luz despierta; a partir de la siete el campo comienza a recrearse
en sus propias sombras, cómo si éstas surgieran de la nada. Es un espectáculo
digno de ver por la simpleza de su belleza jugando con la magia de la luz… Y el
pensamiento me ha llevado de su mano a comparar las figuras oscuras de los
árboles a las personas que están pero no se dejan ver. Levantan una barrera
infranqueable tan alta que más bien es un muro de contención para que los demás
no entren; están, pero es la clandestinidad de su perfil, no más. Son incapaces
de abrirse a los demás, y se mantienen en el mundo como meros espectadores. Tal
vez necesiten vivir de las vidas ajenas,
respirar sus horas, sus cuitas y, así, construir su particular castillo de
naipes en el que vivir su propia historia, ya que la suya no les satisface. O,
quizá, sean de los que no soportan la soledad porque es encontrase frente a
frente consigo mismos, y no aguantan lo que ven, por lo que viven rodeados de
gente sin poder abrir lo que ellos mismos no pueden abrir; es decir, su persona.
Preguntan, preguntan y observan… Es una sensación profundamente desagradable,
es como si te estuvieran absorbiendo tus propias energías para poder ellos
respirar, mantenerse vivos.
Es más, si ves un cambio de actitud en ellas, como si su mundo se
desmoronara y fueran incapaces de recoger su yo íntimo y personal, tú que lo
ves, no puedes hacer nada por ellas porque a su alrededor han levantado un muro
de contención insalvable. Y te sientes ridículo tratando de ayudarlas porque lo
único que logras es dar palos a ciegas. Es más, a veces llegan a ti no por el
camino más recto y transparente, no, qué va, se acercan arrastrándose para que
no las sientas, y te saquen muchas veces información de la manera más
rocambolesca o retorcida.
Soy consciente que no siempre se puede ir de frente porque piensas, tal vez
equivocadamente, que decir una verdad puede herir la sensibilidad, y lo que
haces es decir una verdad a medias… Y al final, nos equivocamos, y hacemos un
daño que no deseábamos provocar; la convivencia es complicada, pero nosotros, a
veces, la hacemos más.
Pero estas personas herméticas logran dejarme fuera de combate hasta tal
punto que me provocan un malestar muy, muy desagradable y me siento una
perfecta inútil. Claro que ellas lo pasarán mal al darse cuenta de cómo son, e
incapaces de dar la vuelta a su propia situación. Pero los que estamos a su
lado, ¡Tela marinera!... Con un amanecer tan hermoso, he derivado en el
submundo del ser humano, ese que es tan oscuro como la noche y que te deja para
el resto del día con el cuerpo del revés… Y ya dice mi madre “Hija, no pienses
que los estropeas”
¡Buen
día, chicos!
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