Me he sentado a
destripar las horas que a veces son losas y otras un suspiro. Pedaleando sobre
la red tejida en la amistad que un día nace por “pura chiripa” y luego se
convierte en hermandad. Tiendes puentes a los recuerdos tostados al sol entre
susurros y confidencias, y hablando con la lengua de las emociones. No hay
edades en esos momentos y sí entendimiento y respeto. Y es que “El Señor” hace
grande a esta gente de humilde condición y enorme corazón.
Entonces te haces
una pregunta a los sentidos, una respuesta al cariño, a esos amores que, por
incompresibles nacen, y un día decides dejarte llevar por ellos bebiendo hasta
la última gota de su vida.
Y el capítulo se
cierra en una Alameda, al cobijo de la sombra y delante de un gin-tonic
escuchando los primeros repiques de una banda con sentido y alma que avanza al
lado de su “cruz de guía” de una semana grande que no es la mía y que, sin
embargo, la siento como tal. Pero llega la hora del abandono que no del olvido
y, sin mirar atrás, pisando adoquines de lustros y larga historia, vuelo a mis
otros destinos sin girar ni una sola vez la cabeza no fuera a ser que las lágrimas busconas
encuentren su camino. Y según vuelo, alondras de azahar, los resquicios de un
tiempo, me dicen ¡Hasta luego! Porque de sobra saben que llegarán otras
primaveras y yo estaré para verlas nacer de nuevo.
2 comentarios:
Aunque te vayas muy lejos de Sevilla, sabes que ya eres de aquí y como buena sevillana la ciudad te reclamará una y otra vez hasta que con tu regreso se quede tranquila.
"Ojos que no ven, corazón que no siente."
No sé por qué me ha venido este refrán a la cabeza, pero ten por seguro que no entró aquí con calzador.
Publicar un comentario