Amanece en Madrid;
el horizonte no se ve. Una espesa y acolchada niebla cubre la vista dejando la
distancia chiquita; casi palpo el algodón con las yemas de mis dedos.
Al ser domingo, el
silencio te permite escuchar mejor; oigo el tintinear del agua sobre el tejado,
y retozo con la visión de estrellarse gotas perdidas contra el cristal.
Bajo al jardín;
Frost, mi perro, va de puntillas tras de mí, como no queriendo hacer ruido. A
veces alza la cabeza y, abriendo la boca, trata de atrapar la lluvia; llueve
mucho, nos guarecemos debajo de un inmenso magnolio. ¡Qué sorpresa!, si no
fuera porque alguno vayáis a pensar que alucino, os diría que refugiarse bajo
un árbol (sin tormenta) te supone una sensación mágica; probadlo. Allí dentro
se escucha el agua girar alrededor tuyo, limpia, nítida.
Embelesada por el
instante, no me doy cuenta que Frost se ha ido de expedición y vuelve con una
piedra en la boca. Tiro esa piedra lo más lejos posible, y él va corriendo a recógela,
pero cuando llega a ella se queda mirando al suelo extasiado. Me acerco y veo
lo que mira con tanta insistencia: una enorme hoja amarillenta con briznas
rojizas se ha convertido casi en un espejo. Frost se mira a través de ella, mas
luego decide beberse el agua. Cuando termina me agacho a recoger la hoja, y me
doy cuenta que estamos rodeados de hojas similares: doradas, anaranjadas,
rubias, ambarinas, granates, escarlatas, púrpuras y, de pronto, como si mis
manos fueran de por libre, las veo recoger las más hermosas… Rosa Montero dixit”
Un solo instante de verdadera belleza, puede valer toda una vida” Yo he visto
allí a Dios, pero seguro que los agnósticos pensarían que esa belleza es
creación humana; no lo sé, porque estoy convencida que todos los caminos llegan
al mismo punto de encuentro.
He subido a casa con
mi preciado botín; estoy empapada, pero inmensamente feliz. He extendido las
hojas encima de la mesa de cocina; cuando se sequen, las guardaré en un libro y
podré peso encima de él; serán un perfecto adorno para la mesa de Nochebuena.
2 comentarios:
Enhorabuena por el descubrimiento, esa auténtica belleza recompensa mucho en ocasiones. En cuanto a cobijarse bajo el árbol y ponerse empapada, cuídate. Ya lo dice el refrán: "Quien se cobija debajo de hoja, doblemente se moja".
Besos forrado como si estuviera en Siberia. Cosas del resfriado.
Me encantan las hojas en el otoño. Aquí ha nevado y se pueden ver entre la blanca nieve con una belleza espectacular.
Me gusta tu manera de encontrar la belleza en las pequeñas cosas.
Te envío un beso.
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