domingo, noviembre 17, 2013

LA BELLEZA DE LA LLUVIA

Amanece en Madrid; el horizonte no se ve. Una espesa y acolchada niebla cubre la vista dejando la distancia chiquita; casi palpo el algodón con las yemas de mis dedos.
Al ser domingo, el silencio te permite escuchar mejor; oigo el tintinear del agua sobre el tejado, y retozo con la visión de estrellarse gotas perdidas contra el cristal.
Bajo al jardín; Frost, mi perro, va de puntillas tras de mí, como no queriendo hacer ruido. A veces alza la cabeza y, abriendo la boca, trata de atrapar la lluvia; llueve mucho, nos guarecemos debajo de un inmenso magnolio. ¡Qué sorpresa!, si no fuera porque alguno vayáis a pensar que alucino, os diría que refugiarse bajo un árbol (sin tormenta) te supone una sensación mágica; probadlo. Allí dentro se escucha el agua girar alrededor tuyo, limpia, nítida.
Embelesada por el instante, no me doy cuenta que Frost se ha ido de expedición y vuelve con una piedra en la boca. Tiro esa piedra lo más lejos posible, y él va corriendo a recógela, pero cuando llega a ella se queda mirando al suelo extasiado. Me acerco y veo lo que mira con tanta insistencia: una enorme hoja amarillenta con briznas rojizas se ha convertido casi en un espejo. Frost se mira a través de ella, mas luego decide beberse el agua. Cuando termina me agacho a recoger la hoja, y me doy cuenta que estamos rodeados de hojas similares: doradas, anaranjadas, rubias, ambarinas, granates, escarlatas, púrpuras y, de pronto, como si mis manos fueran de por libre, las veo recoger las más hermosas… Rosa Montero dixit” Un solo instante de verdadera belleza, puede valer toda una vida” Yo he visto allí a Dios, pero seguro que los agnósticos pensarían que esa belleza es creación humana; no lo sé, porque estoy convencida que todos los caminos llegan al mismo punto de encuentro.

He subido a casa con mi preciado botín; estoy empapada, pero inmensamente feliz. He extendido las hojas encima de la mesa de cocina; cuando se sequen, las guardaré en un libro y podré peso encima de él; serán un perfecto adorno para la mesa de Nochebuena.

2 comentarios:

Nómada planetario dijo...

Enhorabuena por el descubrimiento, esa auténtica belleza recompensa mucho en ocasiones. En cuanto a cobijarse bajo el árbol y ponerse empapada, cuídate. Ya lo dice el refrán: "Quien se cobija debajo de hoja, doblemente se moja".
Besos forrado como si estuviera en Siberia. Cosas del resfriado.

Maripaz dijo...

Me encantan las hojas en el otoño. Aquí ha nevado y se pueden ver entre la blanca nieve con una belleza espectacular.
Me gusta tu manera de encontrar la belleza en las pequeñas cosas.
Te envío un beso.