viernes, octubre 11, 2013

RETRATO DE MUJER

Ayer se apagaba la tarde con la brisa resguardada detrás de una columna; ese aire que baja grados porque es época de espolio aunque no guste que el calor se vaya de las calles y debamos buscarlo tras los muros de los edificios.
Ese aire traicionero que nos encuentra desprovistos de armas para combatirlo, y él hace de las suyas dejándonos el cuerpo repleto de virus, toses y febrículas.
Algunos somos atacados aunque nos resistamos y, a pesar de dosis ingentes de Paracetamol, se obstina en no abandonarnos al menos en siete días.
Bien, pues a pesar de estar contaminada, yo trato de seguir mi ritmo aunque sea a un estribillo lamentable y, ayer tarde, con la penumbra de la luz eléctrica, tuve el deleite de observar con lentitud a mi amiga Pilar en todos sus ángulos y perfiles; la tos me impedía meter baza en la conversación, así que fue ella quien se expresó en voz alta; a veces hablándome, otras, pensando en alto, defendiéndose de los estragos que hace la vida, de los reveses injustos e injustificados, de ese Dios que machaca sin darte oxigeno para recuperar fuerzas. Del declive de sus orígenes, de la impotencia de ánimo para levantar sombras a su alrededor… Me gustó escucharla, leerla entre líneas, porque es mujer que no escribe directo sino que va dejando matices en forma de palabras calladas, y has de ser tú quien las case para formar frases y entender aquello que la hostiga, el dolor de sus cicatrices, las alegrías chicas que se cuelan cuando menos se lo espera.
Se levantó a pagar y su cuerpo llevaba el brío del baile, ese que se pega a su piel y levanta matices de su personalidad. Ayer hablaba su cuerpo, su voz y sobre todo la ironía con que trata sus circunstancias a las que sella con una carcajada para no desvanecer sus esperanzas.

Sí, cuando tengo la fortuna de observar a Pilar, disfruto en calma de las sensaciones que me provoca; no es mujer perfecta, tiene defectos como cualquiera, incluso he de reconocer que muchas veces la cogería por el cuello y la zarandearía hasta que soltara sus rebotes sordos que tanto me desquician, pero por encima de todo eso, está la mujer, la joven, la niña…, las tres crecieron a mi lado y tengo la fortuna de seguir contando su paso firme, su paso ladeado y los estribillos del aire que respira.

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