Anoche tuve insomnio… Seguro que miles de españoles ayer
estuvieron como yo, y me pregunté qué harían ese millar de desconocidos en
actitud de vigilia, si se quedarían en la cama contando borregos, mirando las
sombras del techo, leyendo…
Tengo la costumbre de caminar a oscuras con el riesgo de irme “comiendo”
muebles a mi paso hasta que una luz invisible se apodera de mis ojos y todo a
mi alrededor se convierte en sombras mudas que descansan esperando el mañana.
Así es en una ciudad pequeña donde hasta el aire calla y las calles son
fantasmas. Sin embargo, en una urbe grande la noche se convierte en vela que no
cesa de murmurar y las farolas son el sol nocturno. El camión de la basura pasa
lento y su carga suena, canta golpes hasta que se aleja. Después llega la
lluvia, un tintinear de gotas reposando en el cristal; las veo precipitarse con
la leve cadencia de la dulzura espontánea, y me provoca una agradable sensación
que despierta mis sentidos; entonces enciendo una pequeña luz y busco en qué entretenerme.
Así van pasando personajes de poca monta, sin nada que decir sino exhibir la
inusual carencia de sustancia… Hoteles con elegancia ofrecen una paz campestre
al módico precio de doscientos veinticinco euros la noche, hospedajes camino
entre lo ficticio y lo real. Paisajes entre ríos y montañas, placeres chic en
valles secretos… Llegando hasta mi vigía soledad el estupendo Pablo Motos,
limpiacristales durante cinco años y estudiándose el diccionario de la A a la Z
para poder hablar con propiedad en sus años locos. Luego llegan niñas
bengalíes, prostitutas sin mañana, o Beatriz Talegón, la voz crítica del PSOE de
la que pocos se fían porque es político, y esta es una raza en caída libre por
su codicia… Sigo pasando hojas hasta que llegan a mi boca los primeros bostezos,
justo en el momento que aparece Almudena Grandes a deleitarme con su buen hacer
de escritora consumada, comprometida con la realidad de hoy, que aprovecha cada
frase para remover conciencias, o dejar en el aire alguna enseñanza al rescate
de sus lectores, pero mis bostezos no cesan y es hora de apagar mi mente,
mandarla al limbo a reunir fuerzas para ese mañana que tengo el honor de
disfrutar.
Me meto en la cama, el calor tibio de las sábanas me abraza
mientras dedico el último pensamiento a esa amiga que tuvo que emigrar para
poder seguir viviendo… Me reconforta su imagen descalza por la playa, iluminada
toda su figura por su valor y coraje y… me duermo por fin.
3 comentarios:
Bueno.. son muchos y muchas.. los que tienen que realizar.. o hemos reaizado esa travesia en el desierto.. para finalmente encontrar.. de verdad.. que ha mericido mucho pero mucho la pena
Es una opción muy en boga que no queda otro remedio que tomar. Muchas personas como tu amiga, han decidido volar donde haya una nueva oportunidad.
El recuerdo de quienes queremos se afianza en nuestro corazón la distancia física puede que sea o no importante, la de los afectos marcan, en busca de nuevos destinos por necesidad.
Mi cariño escritora; con la profunda pena de ni poder seguir el ritmo de tus publicaciones pero siempre me llevo algo: todo ese don que tienes para expresar emociones.
Un abrazo.
Publicar un comentario