Cada mañana se la ve
llegar a la playa. Mira al mar y se la ilumina el rostro. Se sienta, enciende
un cigarrillo, y se pierde en sus pensamientos mientras sus sentidos chapotean
en la orilla. Al rato, coge una pequeña bolsa de plástico y emprende una marcha
particular: no deja de mirar a la arena, por aquí, por allá, sus ojos siguen
clavados en esa arena marinada de las playas gaditanas.
De pronto, se agacha
y observa concentrada en algo que ha visto; lo toma entre sus manos, sonríe y
lo mete en la bolsa. Reanuda el camino a la vereda de la ola diluida en
cosquilleos de espuma… Y así pasa la mañana. Cuando regresa, vuelca su tesoro
en la toalla y vuelve a sonreír complacida. Un montón de piedras cuyo tesoro
más hermoso son las cochas que se fosilizaron en esas piedras manoseadas por el
tiempo y la mar.
4 comentarios:
Un placer como siempre leer tus historias. Me encanta perderme en la orilla del mar y coger piedrecitas, caracolas, conchas, etc. Un beso grande.
Refrescante historia. Tan humana como nos tienes acostumbrados.
Una sugerencia en la frase: "Un montón de piedras cuyo tesoro más hermoso son las cochas que se fosilizaron...", debería decir son las conchas. Con el laísmo mesetario no voy a discutir.
Un abrazo tras una tarde de bricolaje maldito.
Qué relato tan bonito Mª Ángeles, algunas cosas, por pequeñas que puedan parecer, son grandes tesoros. Paso por aquí a saludarte tras las vacaciones de verano. Un fuerte abrazo desde el blog de la Tertulia Cofrade Cruz Arbórea.
http://tertuliacofradecruzarborea.blogspot.com/
Después de tanto tiempo, me tendré que meter en tu casita de mampostería con techo de nácar. O, ¿sales?
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