CARLOS Y LEONARDO

Hoy vuelve a estar el cielo azul, ese azul cristalino que hacer ver al nuevo día plácido y con posibilidades. Es un azul pálido que no molesta, que te recuerda a las mañanas invernales en el sur donde el invierno es un espejismo y la primavera casi eterna. Y,  al compararlo con el sur, me ha venido la imagen de Carlos; me pregunto que estará haciendo en este momento mientras me lo imagino indagando en alguna especie de flor o en el canto del ruiseñor, quién sabe, Carlos es tan imprevisible como inquieto y vital… Salgo de las catacumbas madrileñas y mis pies van al encuentro de Leonardo. Entro y me recibe un vídeo sobre su figura, la increíble capacidad de un hombre del renacimiento. Contemporáneo, sin tiempo ni edad; actual siempre…  Y, según me paseo por las reproducciones de sus inventos, el recuerdo de Carlos me acompaña, no puedo evitar las similitudes entre estos dos hombres… De pronto ante mí crecen dos figuras masculinas que hablan, intercambian ideas; son Carlos y Leonardo. Los siento dibujar, pintar, con el laúd uno y otro con la armónica. Meditan, estudian, se pierden en su propio silencio.

Salgo de la exposición y me vuelvo a sumergir en las profundidades de la ciudad. Al segundo escalón, cambio de opinión y decido volver caminando. Hoy el cielo vuelve a estar azul, de ese azul cristalino que invita a imaginar a pesar de que miente  y engaña mientras el sol frío y helado se estrella  sobre mi rostro; acelero el paso, no voy sola. Carlos y Leonardo me acompañan.