Ayer vi la huerta y el labrantío, la campiña y el prado sin horizonte, casado con el cielo, unido por la alianza nívea que otorga el invierno a la tierra. Incluso la niebla tragaba a borbotones la luz desteñida para florecer entre sus volutas blancas pequeños tejados, espadañas sin nido, pinares vestidos de novias inmaculadas. Hasta las montañas semejaban mujeres tumbadas cuyos pezones se fundían con la atmósfera.
Y el silencio era tan brutal que, sin darte cuenta, tus labios siseaban oraciones devolviendo a tu Dios el agradecimiento por haber estado en ese instante inconexo, tal vez milésimas de segundo, da igual, en aquel terruño palpando las venas de la vida, escuchando el bombeo del corazón, acariciando la piel de la tierra, olfateando el alma de esas pequeñas cosas que no solemos degustar como se merecen.
La vida hay que beberla cuando llega… Mañana puede ser tarde.
7 comentarios:
Como siempre un placer para los sentidos leerte.
Tu sensibilidad te permite disfrutar de cosas que otros no ven.
Disfruta la vida.
Besos.
Como siempre, no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy... Cambiamos hacer por disfrutar y queda mejor...
Un beso
¿Qué es el mañana? Hoy, hoy y sólo hoy... La clave está en el "hoy". Lo demás son zarandajas.
Besos en noche cerrada.
Juan Julio.
Simplemente preciosa.
Es increíble lo qeu puede valer un sólo momento en nuestra vida.
Estoy totalmente de acuerdo contigo. La vida hay que vivirla a cada instante. Y lo que vivimos, aquello que podemos contemplar con nuestros propios ojos, oler y tocar nos hace ser parte de lo que somos.
Qué frío!!!!
Besosss
Foto: Iztaccíhuatl; mujer de Popocatépetl, según la Leyenda.
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