VOLVIENDO

Ahora camino y tengo ojos. Ahora paseo y veo. Ahora respiro y huelo la tierra del campo, el humo del asfalto. Siento que soy un jilguero que no tiene jaula que lo atrape y palpo el paisaje que muta. Soy un tilo sin hojas pues estoy viviendo la estación.

Mi rostro se ha marcado de hondos arados; fueron meses oscuros mientras mi pelo se nevó en pleno agosto, y el azul de mi mirada aún se extravía. Sin embargo, va enderezando el timón y buscando la luz donde la haya.

No improviso, mi mente comienza a girar hacia el pensamiento en son armónico y el cordón umbilical de la tristeza al que me aferraba se va rompiendo.

Presiento que me están creciendo diminutas alas con las que pronto volaré.

No me fío de los destellos, soy consciente que todavía quedan lunas oscuras, pero ya soy capaz de que mi sonrisa salga sin llamarla y tender la mano sin esperar que me sujeten.

Si alguien, que está sumergido en esos pozos anegados de oscuridad, lee estos renglones, simplemente decirles que no pierdan la esperanza pues después de un mal trecho, hay una senda donde caminar nuevamente.