martes, agosto 03, 2010

LA SONRISA DE UN NIÑO

Estaba despistada bajo un sol de brasas aireadas cuando le vi de refilón. Automáticamente desvié el teleobjetivo para centrarme en él.
Era un niño de unos seis años aproximadamente; poco agraciado y de rasgos famélicos. Iba apretado a una toalla tan desvaída como él mientras sus mandíbulas bailaban al compás de unas castañuelas; tan poca carne no podía batir la mezcla de agua fría y viento.
Sin embargo, al pasar por mi lado, la criatura paró y aposentó unos ojos tristes como dos noches de invierno. Nos miramos sin recelo, con la curiosidad de la infancia y la ingenuidad de quien siempre espera algo. Al rato, de su cara desvaída emergió, primero, una tímida sonrisa que, al devolvérsela yo, la suya se amplió hasta anular los rayos del sol. El niño se había convertido en un sol de estío demasiado hermoso para ignorarlo. Después, desapareció de mi campo visual y sobre mi mente dejó un suave y dulce atardecer de verano.

6 comentarios:

TORO SALVAJE dijo...

Y a mí me ha nacido una sonrisa al leerlo.

Besos.

añil dijo...

Es la más bonita descripción de una sonrisa que he leido.

Un beso

ALBINO dijo...

Esa conversion en sol de verano significa que tu has sabido influir, con tus sentiempos, en la trasformación del niño. Le diste vida y alegría.
Besos

bixen dijo...

Leyéndote, me he adentrado y tornado niño; con seis. Lo confirma mi: ¿por qué?

"Porque tú lo vales"

Nómada planetario dijo...

Pues el niño no veas como calienta por estas latitudes, ¿no podía quedarse en luminosa mañana de primavera?
Besos de ferragosto.

Antonio dijo...

Su sonrisa y sus rasgos famélicos... espero que no se fuera con hambre. Al menos parece que le alimentaste el espíritu.
Un beso