domingo, octubre 21, 2007

SOLEDAD SOBRE EL VACÍO

Hay un sol pegajoso, un sol que molesta e impide recogerme en mi duelo. Pero, ya ves, él también ha venido a acompañarte, sabía que eras su amante incondicional. Hasta la enfermedad, cuando vino a buscarte, estabas con él, placidamente tumbada bronceando tus pensamientos a la orilla del mar.
... No hemos tenido oportunidad de recuperar el tiempo perdido, la muerte nos ha pillado a traición. Tan sólo un mes, treinta días y en cada uno de ellos ibas perdiendo un poco de ti por más que te abrazara para protegerte de ese dolor zumbón que te robaba minuto a minuto el aliento.
... ¿Qué he sido yo? Vanidad y soberbia. Sin embargo tú, siempre ahí, esperándome a la sombra del camino y, cuando me han arrancado la piel, cuando al fin he abandonado la ceguera que me impedía ver la luz, nos sorprende el reloj, el tiempo se ha marchitado, no hay más.
.... ¿Cómo eras tú? Un gigante humilde y leal..., jamás oí quejarte de la tempestad, ni siquiera cuando los que nos agasajaban se marcharon y pasaste inviernos sin leña para calentarte el alma mientras yo regresaba. Amabas todo lo que te rodeaba; dabas la integridad como moneda de cambio.
... No he tratado bien a la vida y ella me ha arañado, he pagado un justo precio por ello. Pero no ha sido un dolor ronco, quizá porque sabía que tú estabas ahí. Ahora, sí siento cómo clava su hierro candente en el corazón, en cada uno de mis sentidos... Y cae la tierra sobre ti, un abrigo intemporal, pero tú, ¿dónde estás?... Llévame contigo.

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