viernes, septiembre 14, 2007

HIPOTETICAMENTE TUYO (Dedicado al escritor palentino Pablo Saldaña)


Pasad, por favor, y tomad asiento; os noto muy fatigados. Ya hemos perdido la costumbre de subir escaleras y, más, cinco pisos de una tacada. Eso sí, el que sea muy alto, que no se estire demasiado. Ya veis que esto es una buhardilla con los techos bajos y un tanto inclinados.¿Un café, té? Os aseguro que esta cafetera hace un café delicioso; no comprendo como sus dueños decidieron prescindir de ella. La tetera hace un ruido encantador cuando está a punto. Estaba metida en una papelera mostrando tímidamente el pitorro; me asomé y me dijo”Llévame”

Percibo que estáis… ¿confundidos, es la palabra? Disculpad mi torpeza, os hago venir hasta aquí sin saber para qué; os despejo la incógnita: deseaba presentaros mi hogar, este mundo mío y loco que gira entorno a la luz que entra por la ventana. Mi retiro tranquilo y austero de apenas quince metros, emplazado en la zona más romántica y bella de esta ciudad de rascacielos, ruido y polución… Os hablo del Madrid de los Austrias.

Este rincón está hecho a base de desperdicios de otros, desechos abandonados en la basura en noches de penumbra. Cuando decidí salir a buscar los materiales que formarían mi hogar, tuve la sensación de convertirme en un ladrón pero, más tarde, cuando me vi las manos mugrientas que se introducían y escarbaban buscando una sorpresa, comprendí que estaba errado; simplemente rescataba aquello que otros no deseaban.Siéntate en mi cama, ¿a qué es cómoda? Al tumbarme en ella me gusta pensar quién retozaría entre sus sábanas blancas…, imagino pasiones interminables, brazos de pulpo, sueños escondidos.

¿A qué es divertido el espejo del armario? Casi te ves clónico; subir hasta aquí esta pieza fue una obra de ingeniería. Estaba abandonado a dos manzanas de aquí. Le faltaba una pata y la puerta no cerraba. Tenía arañazos por todas partes…, yo creo que un gato se ensañó con él. Sin embargo, ahora es regio, sólido, con personalidad: su pata es un bote de tomate y la puerta se encaja con la cabeza espachurrada de un muñeco. Me gusta mirarme en su espejo abombado y distorsionado…, me hago idea de que soy un esperpento en este mundo de falsas vanidades.Sí, la cómoda tuvo peor fortuna, pero estoy convencido que en sus cajones descansaron manteles de lino, lencería sensual de ricos encajes… Ya, no tiene patas y le falta un cajón pero, ya veis, que bien quedan en su hueco mi colección de budas; pensad que es su recinto sagrado. Y, encima, he puesto la lámpara, el despertador que me regaló el relojero de la esquina por desatascar su lavabo, la radio que robó un carterista y, al comprobar que no funcionaba, la estrelló contra una pared. Yo pegué sus trozos con celo y, si la dejas en esta posición, funciona estupendamente ¿Oís qué bien suena la sonata de Chopin?¿La puerta? Pasa, es el baño: tan humildes como imprescindibles cualquiera de sus tres piezas; parecen hechas para una casa de muñecas, pero a mí me sirven y veo esa estancia digna y pulcra, ¿para qué más? Los azulejos desconchados están tapados por pegatinas de ranas fosforescentes. Por la noche, si siento necesidad, me levanto y tengo la sensación de estar meando entre estrellas.¿Deseas, tú, un poco de vino? Sólo tengo dos copas con reflejos violetas y una delicada cenefa. Estaban olvidadas dentro del armario; no me explico cómo no se rompieron con lo esbelto que es su cuello. Bebe un poco, ¡menudo vino!, lo tengo guardado para ocasiones especiales. Todas las noches voy a la Cava Baja en busca de provisiones, ¿conocéis Casa Lucio? Dicen que es uno de los mejores restaurantes de Madrid. Soy muy amigo del cocinero y, en vez de guardar las sobras para los perros, me las da a mí; con ellas hago unos guisos con patatas para morirse de gusto. Un día, me dio esta botella, casi estaba entera, no había sido terminada por unos clientes; me contó que costaba más de sesenta euros la botella, lo que es lo mismo, más de sesenta dólares. ¿Cómo la gente puede ser tan despilfarradora con la cantidad de necesidad que hay por el mundo y, para colmo, se permitan no acabar su contenido?

¿Qué miras? ¡Ah!, es lo único que tengo de mi madre: ese marco con la foto. Era preciosa de verdad; el alcohol la mató. Cuando murió, embargaron todo y me quedé en la calle pero, ¿sabéis? hay gente buena y nunca me ha faltado el trabajo. Sí, gano muy poco, pero comprobaréis que tengo de todo…, hasta un puro que lo fumo a trozos para que me dure.

Ten cuidado con la estantería; la segunda balda la he clavado mil veces, pero como cada vez pongo más libros…, un día terminará partiéndose. ¿De dónde los saco? Cada tres meses, el ayuntamiento recoge trastos; los vecinos bajan a la calle todo lo que no quieren y los libros son los primeros que desfilan. ¡Apreciad mi biblioteca!... Hasta don Quijote ocupa el lugar que se merece.Me gusta mucho la pintura. Los sábados por la tarde el museo del Prado es gratis, así que es un lujo para mis ojos ir allí. No tengo cuadros en mi casa, pero sí ese póster roto de “La habitación de Arlés” de Vincent van Gogh... ¿A qué se parecen estas cuatro paredes a ese cuadro? Me gusta pensar eso, ya que tomo conciencia que los grandes también vivieron en la miseria y, sin embargo, sus mentes vivieron en la abundancia y opulencia de ideas y creatividad.

Diferentes edades e historias guardan estos muebles deteriorados y cojos, pero para mí este nivel de pobreza gastada por otros, me hace apreciar una riqueza que traspasa cualquier frontera. En las duras noches de invierno, tapada la cabeza con la boina vasca, la bufanda agujereada al cuello, me siento en la silla de enea, al calor de las faldas raídas de la mesa camilla y, sobre su lomo, extiendo folios en blanco y pongo mi alma en letra…, consolido sueños con papel y una pluma, y me digo: “La belleza, el placer, la felicidad… están donde tú quieras que estén”

¡Mirad!, hoy el cielo está cubierto de nubes de algodón iluminadas por las luces de mi ciudad que crecen de abajo arriba. Casi las toco con mi mano izquierda; tienen un color extraño. No es de lluvia, sino de frío; quizá pronto se hielen y nieve. Sí, os dejaba esto para el final. Comprobaréis por vosotros mismos la sensación de estar tocando el cielo con vuestras manos, que las estrellas se posan en la palma de tu mano y puedes rozar a Hydra, Orión, Lira…

¿Os tenéis que ir? Es verdad, se ha hecho tarde y no quiero cansaros más. Fue un placer compartir con vosotros mi rincón más íntimo y personal… hipotéticamente vuestro.


PD. Gracias, Pablo, por recordarme lo que significó para mí, escribir este relato.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me queda usted un tanto así... rubia y sonriente pucelana. Gracias por dedicarme su relato y por ese singular paseo por el Madrid de los Austrias.