jueves, agosto 30, 2007

LA MUERTE

La muerte no deja jamás de sorprender y casi nunca estás preparado para una despedida. Más, si ésta se presenta sin aviso. No estamos dispuestos, sólo aquellos que se desahucian así mismos quieren partir; el resto, seguimos apegados a la tierra, a la piel del hermano, al amor de tu vida o a la voz del amigo.
Cuando su rostro me amenaza con la mayor de sus crueldades es al llevarse la vida de un joven... Tienen tanto aún que recorrer, disfrutar, sentir, que me deja noqueada para un posible combate. Las esperanzas caen taladas al suelo y su savia se me marchita.
No me llevo bien con la muerte por muchos dioses que existan al otro lado del infinito, mi fe no es suficiente para mirarla de frente y sacar pecho como un torero. Y lo más tremendo es que ella es irremediable e irreversible, jamás la puedes esquivar, es pertinaz, cáustica y constante, es inútil camuflarte, ella te encontrará siempre.
El deporte, las letras, el teatro, hoy la vida pierde tres personajes que, a su manera, nos hacían ver la vida de otra manera y nos damos cuenta de esta visión cuando enciendes un televisor o una radio y ya no oyes su nombre. Cuando abres el periódico y en el hueco de su columna hay otro que no es él. Entonces, tu cerebro, el cofre donde dicen que guardamos todo, incluso el amor, cae derrotado ante una realidad sin dobleces ni nubes que desfiguren el hecho mortal.
Sí, no me gusta la muerte, ni la soledad que deja como estela. Me siento huérfana, más, cuando el que se va tiene tanto que hacer y dar todavía.
El tiempo minimiza el dolor, pero el corazón jamás olvida.

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