miércoles, noviembre 20, 2013

PRELUDIO

Está nevando en algún lugar cercano. Lo digo porque al doblar la esquina, el aire gélido se abraza a tu cuerpo... La gente camina encogida sin mirar a los lados. A mí, me pasó el lunes al bajar del tren, y después de haber visto como Segovia se había convertido en la estampa de un cuento de Dickens; tuvieron que pasar unas cuantas horas para que mis huesos retomaran el calor perdido, y mis ojos vieran de nuevo las calles de mi niñez. Así descubrí que las luces de la navidad están preparadas, otrora dormidas esperando su tiempo. Además, encontré un remolino de gente que se agolpaba en un escaparate; intuí lo que miraban. Tan sólo una ojeada a sus rostros convertidos en ese momento en niños ilusionados, para saber que sus corazones latían recuerdos del ayer; el primer escaparate de la ciudad exhibía un nacimiento como preludio de una época que siempre vuelve. Después, pude observarlo sin apretones, en silencio, suspirando, haciendo acopio de luz para regalar en esos días que para algunos son tristes porque las ausencias se pronuncian mucho más que en otras épocas del año. Para otros, las fechas que se aproximan dibujan un latido demasiado sonoro de la soledad.
Metí las manos en los bolsillos para guarecerlas del frío mientras mis pasos seguían la singladura de las sensaciones que me provoca mi ciudad cada vez que respiro su aire. Me habla sin hablar para llenar mis interiores de vida.
Me gustan estos paseos reflexivos repletos de rostros conocidos al pasar. Algunos jamás he cruzado una palabra con ellos, sin embargo son fotografías perennes en mi álbum. Con otros, te paras a charlar para después reanudar tu paso y con el corazón más caliente. Y es que el anonimato en la gran ciudad a veces es bueno pero otras, mata.Sin embargo, las ciudades pequeñas hay ojos espiando tus pasos continuamente pero una vez que te acostumbras ni los sientes.
Pasé al lado de una castañera y me embrujé de su aroma mientras la niebla comenzaba a pegarse al asfalto. Atrás dejé el centro para internarme en callejuelas de doble sentido donde la esperanza se ausenta, y se confunde con el reloj parado de muchos corazones.

...Cada momento de la vida te ofrece un espejo para mirar lo que te rodea, y el de ahora me refleja un montón de ancianas que miran con ojos vacíos; al verlas tan desvalidas me abruma, y he de pinchar a mi sonrisa para calentar tanto desanimo generalizado. Y es que, tal vez, estos días que llegan sin llamar, nuestro esfuerzo ha de ir encaminado hacia esas gentes que tanto les falta. Es el momento de remover nuestra conciencia, agitarla para que despierte, y dar un poco más de lo habitual de nosotros mismos porque, aunque la navidad sea odiada por muchos, es una época donde estamos todos más sensibles y receptivos ; ayer lo vi tan nítido como esa agua que, al caer, se convertía en escarcha. A mi me llegan, por las circunstancias que vivo, esas ancianitas que te miran sin ver y que proclaman silenciosamente una caricia.

9 comentarios:

PEPE LASALA dijo...

Hay que darles esa caricia a las ancianitas, cuidarlas y mimarlas, no sólo en Navidad, sino siempre. Me ha encantado tu relato Mª Angeles. Por cierto, pásate por el blog de la Tertulia, hay algo que creo te gustará. Un besazo y buen finde.

Maripaz dijo...

Me ha encantado como describes ese mundo de sensaciones que te trajo la nieve y el encuentro con la gente en la pequeña ciudad.
Respecto a ese mundo donde los ancianos esperan anhelantes una sonrisa y un mimo, lo conozco de cerca y siempre me conmueve.
Un abrazo

TORO SALVAJE dijo...

Hace tiempo que se fueron esas ancianitas.

Que pena.

Besos.

David dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
David dijo...

Es muy bello disfrutar de leer relatos tan interesantes y que nos hagan imaginar un bello lugar con una bella situación. Este verano espero poder Viajar a Los Angeles y disfrutar de lugares tan bellos como los que imagino

Maria Coca dijo...

Un relato con mucha emoción. Apropiado para estos primeros fríos que nos aturden pero que a ti te hacen escribir bellas palabras.


Un abrazo desde el sur.

Nómada planetario dijo...

Entrañable crónica urbana y social. Reconozco que la vejez me asusta, por lo que conlleva de soledad y desvalida. Creo que no podré asumirla cuando llegue la hora.
La humanidad debería ser menos depredadora, ya sé que hago un brindis al sol.
Besos en un día de perros.

Micaela dijo...

Muy hermoso querida amiga. Es la época del año en que nos volvemos más tiernos y sensibles hacia las personas más desvalidas. Es también un momento para detenerse y reflexionar sobre uno mismo. Un abrazo.

América dijo...

Vuelvo sobre lo mismo, me encanta leerte y lamento el poco tiempo que dispongo en estos tiempos. Hay épocas significativas queramos o no, y es cuando se juntan todas la soledades, cuando los años alcanzan todo el cuerpo y muchas veces enturbian los recuerdos.
Abrazos.