miércoles, noviembre 02, 2011

CAMINANDO

Observar a un anciano es de los paisajes más ilustrativos y humanos de la vida; una enciclopedia para entender nuestras pisadas.
Sus rostros son relojes que nos indican las añadas transcurridas. Las miradas, un poema a la soledad, al vacío… Quizá a la esperanza pero, sobretodo, a la espera del último viaje.
Las bocas son capítulos repletos de sonrisas y frustraciones; las hay que sonríen sin querer y, seguro, agradeciendo su novela personal y, por ende, el cariño recibido.
También los hay que el rictus de sus bocas denotan el hastío, el maltrato, el olvido del amor, el rencor… La amargura colgada en su existencia. Hombres y mujeres que se han hecho viejos entre el hollín de su soberbia y el olvido de una sonrisa. Con miradlas de reojo es suficiente; sus cuerpos lo dicen todo dejando cada día un poco de ellos mismos por el camino… Ayer, su pintalabios. Hoy, lámparas de grasa en su ropas y, aunque busquen en el cajón de sus recuerdos, no saben ni quienes son.
Sus manos, tierra arada, recogida la siembra y entregado su fruto.
Me enternece este paisaje urbano entre horas distintas mientras que la juventud ara nuevos futuros. Pasean, miran sin ver, ayudan con sus flacas fuerzas a su descendencia y, lo más importante: inundan de vida caminando a nuestro lado.

2 comentarios:

Maria Coca dijo...

Qué bonito homenaje a los mayores...

Un abrazo.

la-de-marbella dijo...

Hola Angeles. Me gusta tu forma de hablar sobre la vejez. Hace tres semanas fotografie a mis padres sentados en un banco del parque. Se miraban de la mano. La he enmarcado para No olvidar que cuando hay amor, 50 años no son mas que la brisa del tiempo erosionando los cuerpos.Y que a pesar de todos los escollos, lo importante nunca se pierde. Un gran abrazo y no dejes de escribir. Siempre me inspiras buenos pensamientos.