¡QUÉ BELLO ES EL AMOR!

… Llegó un nuevo año y con él el amor.

Parece como si este recién nacido hubiera venido a traer a Cupido, el jovencito glotón que revoluciona corazones. No tiene edad, pero el que la tiene y se topa con el pirata de sonrisa pícara, vuelve a la juventud, a soñar que todo es posible, a beberse el mundo a borbotones, a pasar las noches en vela deshojando margaritas. Llorar porque en tu estomago revolotea un nido de golondrinas, reír sin causa aparente…, qué más da, y a vivir en una nube algodonosa convencido de “qué bello es vivir”

Estoy rodeada de este sarampión juvenil, maduro y anciano; no me privo, tengo de todas las edades. No hay distinción, los síntomas son todos idénticos: sus caras irradian una luz especial, afloran en sus rostros una belleza escondida-o perdida y vuelta a encontrar-, y a sus actos no les pidas la metafísica de la congruencia. Permanecen en un estado continuo de atontamiento.

… Yo les miro y les remiro con mis ojos gastados, a vuelta ya de otras magnitudes donde los años han desembolsado la riqueza de “contigo pan y cebolla” .Y el amor, aquel amor infinito ha consumido las horas de embelesamiento perpetuo. Sin embargo, aún sabiendo que los años terminan quemando hogueras y la llama se apaga, permanecen las brasas. La pasión se evapora y queda ese tierno rozar de las horas que es dulce y cadencioso.

Mis ojos consumidos también saben que hay amores que se queman, que no resisten ni un fogonazo.

Pero, mientras esas nubes algodonosas mecen la vehemencia, el erotismo de las circunstancias, la concupiscencia de unos besos tímidos y sentidos y el delirio de unas manos recorriendo caminos de deseo, mis ojos secos aún seguirán pensando en “qué bello es el amor”…, y muy dentro de mí las alas de una sonrisa se desplegarán para que la desmemoria no borre ese sentimiento.

P.D. Ah, y da igual que te enamores una o mil veces, porque las sensaciones son las mismas, los mismos tropiezos, la misma ilusión. No existe vacuna para inmunizarte, y espero que nadie la invente.