
Su rostro es un paisaje en cuatro estaciones bien nítidas donde las estelas marinas se han forjado de reveses y desvelos, pero aún con eso, el rictus de su boca navega a barlovento.
Sus paredes son venas cristalinas agarradas a un bastón para que el viento no encorve su perfil de dando perpetuo.
Sus ojos… son océanos con la bruma pespunteada en el horizonte. Son ojos que hablan de mesura y paciencia pero, sobre todo, de aceptación.
La vestimenta le cae como un guante sobre un cuerpo de pellejos porque la meteorología no ha podido borrar la elegancia melancólica de sus formas más nobles, de sus gestos educados, del tintinear de su cabeza mientras la gira hacia la ventana para ver la vida de otra manera más sutil.
… Le miro, le remiro y le desnudo mientras el bus trepa por las calles de la ciudad. No tengo reloj, no me hace falta, mis ojos están embelesados en ese anciano apuesto que se deja mirar; se sabe admirado y eso le complace.
Llego a mi parada, me levanto, nos miramos uno a otro desnudando los velos que nos envuelven y un leve gesto nos despide.
En la calle hace frío, mucho, pero mi corazón está caliente de ternura.
Tienes la extraordinaria habilidad de elevar a lo sublime lo cotidiano. Tu fácil y sugestivo verbo engancha.
ResponderEliminarUn beso vestido de ternura
Hace frío, solo el titulo es precioso cuando se entrega a tu escrito..
ResponderEliminarUn abrazo
Saludos fraternos..
Una descripción magistral del anciano. Le alegraste el día al buen hombre jajjaa
ResponderEliminarUn abrazo.
Sí, es cierto... en nuestro camino diario, a veces, solo a veces (cuando estamos receptivos), se nos curzan "seres fantásticos" que nos invaden de ternura porque, esa ternura que nos sale, no es nuestra... es su propia ternura la que nos llena el corazón.
ResponderEliminarBesicos.
Hermosa forma de describir a tan precioso caballero por el cual ya pasaron los años.
ResponderEliminarY el de él seguro que también.
ResponderEliminarQue bonito.
Besos.
La ternura debería ser la dama que lo envuelve todo de tul y lo impregna de compasión por el otro.
ResponderEliminarCómo sabes donde está la diana.
Besos, rubia.
Los ancianos y los niños nos despiertan esa ternura de tu escrito.
ResponderEliminarUn beso cargado de cariño
Eres fatástica escribiendo relatos, ya sean breves o más largos, cuentos, historias.
ResponderEliminarTe dejo un gran abrazo! Vero!
Me encanta.
ResponderEliminarBesos.
Es verdad, Mari Ángeles, podemos desnudar con la mirada y hay miradas que pueden desnudarnos, y así como deshojamos al tiempo, el tiempo nos deshoja a nosotros, sin prisa pero sin pausa. Todo el mundo luce la dignidad cuando llega a la vejez, aunque no haya nacido con ella, es más, aunque la haya cultivado poco. O tal vez la dignidad se complazca en lucirse con la senectud. No he conocido a un anciano que no parezca digno. Un fuerte abrazo. Aunque no te deje comentarios con frecuencia, con frecuencia te leo y me deleito.
ResponderEliminarLa ternura envuelta en elegancia de un anciano es una de las figuras que más me atrae, me conmueve.
ResponderEliminarBesos
Creo que la ternura la tiene ud en su alma y en sus ojos, y ellos lo regalan a todas las cosas donde se posan. Su entrada ha derrochado bastante humanidad.Un abrazo
ResponderEliminarQué descripción!! Repleta de emociones, de sensaciones y de muchísima ternura, como bien dices.
ResponderEliminarUn abrazo, Mari Ángeles.
Hola guapa...Acabo de tomar una cantidad de material visual de tu blog. Gracias
ResponderEliminarEspero que me visites para que lo veas