sábado, enero 17, 2009

Venir a casa de mi madre es como destapar la caja de las esencias, es volver al pasado que permanece catapultado en sus paredes. Si no fueran por las fotos de mis hijos que me avisan que después del ayer hubo más días y que la vida siguió dando su fruto, perfectamente me veo que soy la misma sentada delante de la camilla de mi dormitorio tratando de estudiar, pero mi cabeza revoloteando en mil fantasías de entonces.
En esta camilla he calentado muchos sueños. He visto nacer ilusiones, suspensos, aprobados, cuitas vestidas de susurros, pero nunca había escrito.
He levantado la vista y todo sigue igual: la estantería con mis libros, los álbumes de fotos del colegio, mis primeras y eternas amigas, la caja de latón con cartas…
Muchas veces pienso que cuando mis hijos se vayan algún día, yo reformaré sus cuevas, como así llamo a sus habitaciones, a su mundo que jamás lo he tocado. Son ellos, llevan impreso su sello personal, ¿quién soy yo para cambiárselo? Sin embargo cuando ya no estén… Y ahora mirando estas paredes que siguen comprimiendo mi huella de aquellos días, creo entender a mi madre y pienso que yo tampoco lo haré porque es tener un poco más cerca a tus hijos. Seguro que mi madre cuando entra en mi dormitorio piensa que aún estoy y que en cualquier momento voy a regresar a casa.
Por otra parte, lo veo como un museo viviente recordándote quién fuiste, los orígenes de quién eres hoy.
… Porque son las siete de la mañana y me parece una imprudencia. Además, este edificio habitado hoy por ancianitos que siempre están esperando que aparezcan sus hijos, se asustarían, pero encendería ahora mismo mi tocadiscos y podría a Juan Manuel Serrat y su canción “Aquellas pequeñas cosas”… Uno se cree que los mató el tiempo y la ausencia. Pero su tren vendió boleto de ida y vuelta. Son aquellas pequeñas cosas,
que nos dejó un tiempo de rosas en un rincón, en un papel o en un cajón. Como un ladrón te acechan detrás de la puerta. Te tienen tan a su merced como hojas muertas que el viento arrastra allá o aquí... Que te sonríen tristes y nos hacen que lloremos cuando nadie nos ve.
Gracias, Madre, por este paseo al ayer…

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Que recuerdos debe traer a la mente volver a tu "refugio".
El cuarto donde yo soñaba con imposibles fue reformado, y ahora ese lugar lo ocupan mis hijas cuando vamos a casa de mis padres. Mis recuerdos fueron enterrados, pero no olvidados, y, cuando entro al cuarto, aún veo donde estaba mi cama, mi escritorio, mi musica......

Leyendote me has hecho recordar algo tan bonito....transportarme a ese mundo ya tan lejano....

Un beso

aapayés dijo...

Muy hermosa tu lectura ofrecida, la familia, los hijos y todo eso que amamos se siente en tu escrito, la vida sobre todo...


saludos fraternos

josé javier dijo...

Entrañable vuelta al pasado de otra época que no tuvo que ser mejor, desde luego, pero sí que es añorada con una sutil sonrisa...
Besos a tí y a tu madre. J.J.

Unknown dijo...

Y tu madre pensará lo mismo : "gracias, hija, por traerme tu ayer, que es mi ayer"
Abrazo a esa niña y a ti. Y a tu madre también.

Besos
REL

Anónimo dijo...

Pues no sé si me gustaría ver mi cuarto como cuando me fuí de casa de mis padres.Yo me siento más agusto con mis cosas de ahora, no echo en falta el pasado.Espero que a mis hijos les pase lo mismo porque no quiero mantener una presencia de su vida en las cosas de su infancia prefiero que se encuentren bien donde estén.De verdad.